1 Leer mucho y escribir mucho
Por escritor nos referimos a todo tipo de escritor: desde el más improvisado hasta el que tiene ambiciones literarias. La lectura es la fuente de tu lenguaje, es decir, los medios de los que te vas empapando para fortalecer tus formas de expresión. Desde conocer y saber emplear de manera correcta las palabras, hasta otros recursos propios del lenguaje escrito: ortografía, sintaxis, signos de puntuación. Por eso, leer es la base fundamental de todo buen texto y un hábito que solo se adquiere con la práctica.
2 Establecer el objetivo para comenzar a escribir
Antes de poner la primera palabra sobre el papel sería importante que pudieras responder: ¿por qué quiero escribir? La respuesta no debe ser complicada. Es simplemente la primera guía que te ayudará a enfocarte en una sola idea: escribir una biografía, una novela, redactar un correo, bocetar una carta. Cuando encontramos una razón para hacerlo es más fácil avanzar.
La emoción detrás de la respuesta es algo personal.
3 Utilizar la primera palabra que se presentó, siempre y cuando sea adecuada y otorgue vida a la frase
Uno de los principales errores que cometemos es el querer buscar la perfección. Se recomienda dos pasos: el creativo, en el que poco importa el cómo sino más bien el narrar todo lo que se tiene que narrar y que dará paso al segundo momento: el de la corrección para lograr algo pulido. A veces perdemos la guía si nos sometemos a querer encontrar la palabra ideal cuando, en definitiva, lo ideal para esa emoción es la primera que nos sitió la cabeza.
4 Contar con un espacio para hacerlo
Es imposible negarlo, se necesita un espacio donde escribir. Y es así porque el acto de escribir es más bien solitario. Que puedas aislarte de la distracción y te enfoques únicamente en la expresión, ayudará sobremanera a que las ideas fluyan de forma natural.
5 Toda idea comienza con una pregunta
Todas las buenas ideas surgen de cuestionarse la realidad y jugar con las alternativas. Incluso antes de comenzar la labor de la escritura, poder darle forma a ese pensamiento es indispensable para otorgar estructura a lo que deseamos contar. Dicho de otro modo: ya tenemos la base de lo que queremos decir antes de decirlo.
Elevemos esto un poco más y pensemos en la disposición básica de todo relato: introducción, desarrollo y conclusión. De esa manera, cuando estés frente al papel en blanco sabrás por dónde empezar y a dónde quieres llegar.
6 Pulir el arte de la descripción
La sustancia de toda historia es la narración y la descripción, sobre todo si hablamos de textos literarios. La creación de atmósferas y emociones es lo que da vida a un texto, por eso es importante ser ingeniosos en la construcción y permitirle al lector observar lo que nosotros vemos en nuestro interior. Este punto no habla de talento, en todo caso habla de constancia, algo que se logra con la repetición de la primera sugerencia: leer mucho y escribir mucho.
7 Tener claro qué efectos se busca conseguir
Cada texto tiene una intención y un porqué. Ya lo definiste antes de comenzar a escribir, sin embargo, durante el proceso creativo es fundamental preguntarse qué emoción se busca generar: nostalgia, alegría, tristeza. Estas sensaciones nos convocan a crear lazos con las narraciones. Porque cuando logras ser leal a tus sentimientos sin temor de llevarlos al límite, ellos serán percibidos como verdaderos y, entonces, el efecto será casi inmediato.
8 Cambiar el deber por el placer
Escribir no es una tarea que se pueda forzar. Es algo que debe nacer de la voluntad y las ganas, más como una necesidad que una imposición.
Si bien la dedicación es algo que vale para formar a un buen escritor, esto nunca debería convertirse en una obligación sino es un disfrute. La pasión se puede percibir en las palabras y es mejor que estemos preparados para darlo todo si lo que anhelamos es contar nuestra historia.