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Palabras de agradecimiento

Me gusta esta época del año. La tradición de agradecer me hace sentir bendecida por un ciclo que estuvo lleno de riesgos y de recompensas.


Uno de los más intensos que recuerdo pero que también me deja el sabor de sentir que mi trabajo valió la pena.
El balance es más que positivo. Mi marca Libella sobrevoló los sueños de aquellos autores independientes que decidieron publicar en mi editorial y eso es un placer que no podré abarcar en una publicación.


La libélula está asociada al significado de la vida en toda su profundidad. La madurez emocional y la autorrealización. Eso es lo que intento transmitir en cada paso que doy y a las personas que se acercan a mí buscando concretar un deseo.
Gracias de todo corazón por la confianza depositada en los proyectos individuales llegados a este espacio que, con mucho esfuerzo y dedicación, comienza a dar sus frutos.
Yo también tengo un anhelo profundo y personal: que sigamos creciendo juntos, que pueda brindarles siempre la palabra justa y devolverles un poco del cariño que me ofrecen.


Los celebro e invito a que, como la libélula, impulsen sus alas hacia un año de prosperidad y buena fortuna.

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Guía para comenzar a escribir II

1 Mapa literario

Para saber qué elecciones tomar, puedes crear un documento paralelo con la información que crees no debería faltar. Después selecciona la que consideres que es fundamental para la historia, la que creas que hará que el lector se entusiasme y quiera seguir leyendo: circunstancias del personaje, entorno, conflicto, etc.

Ese mapa puede ir completándose a medida que prospera el relato.

A su vez, puedes incluir algo de complemento menos importante pero que sea breve y conecte con el resto. No estés escribiendo durante varias páginas detalles poco relevantes que no serán útiles para la trama.

2 Meterse en la piel del personaje

Es indispensable meterse en lo que siente y vive el personaje para entender por qué actúa de determinada manera en esa escena en particular y poder mostrárselo al lector. ¿Dónde está? ¿Qué situación está viviendo? ¿Rodeado de qué escenario? ¿Qué decisiones va a tomar con lo que acaba de sucederle? Realizar este tipo de preguntas te ayudará a escribir de manera más metódica. El lector no conoce a tu protagonista, no sabe quién es. Tú le tienes afecto porque es tu creación, pero los demás no sienten eso. Lograr que conecten con los personajes y la historia es tu responsabilidad.

3 Usar un anzuelo

Es elemental presentar en los párrafos posteriores al inicio un problema o conflicto que actúe como gancho para el lector, algo que lo incite a seguir leyendo para saber más.

Puedes utilizar una frase contundente al comienzo, palabras que llamen la atención e invite a la lectura. Vivimos rodeados de estímulos y todo ocurre muy rápidamente, incluso se ha modificado la forma de leer, por eso hay que saber crear una historia que resulte estimulante.

Y aunque todo esto es técnica y mucha práctica, no te inquietes tanto; suelta el proceso de aprendizaje porque disfrutando se asemeja mejor y nunca eres la misma persona que ha comenzado un relato de quien lo termina.

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La importancia del título

Una buena historia debe tener una trama que atraiga al lector, unos personajes con los que empatizar, una estructura bien cuidada, unos diálogos eficaces.

Pero, una vez que tenemos todo esto, es necesario contar con un título que sugiera, que llame la atención. No podemos olvidar que, en la actualidad, buena parte de la literatura también depende de la publicidad que se le otorgue y el primer sitio en el que un posible lector se detiene es en el título.

Un punto de partida sencillo para comenzar a pensar cómo será un título es fijarse en ejemplos ya establecidos.

Hoy en día los títulos suelen ser muy variados. Puede ser el nombre del protagonista: «Marina» de Ruiz Zafón y un clásico como «Ana Karenina» de León Tolstói.

A veces se componen de una sola palabra: «Hija» de Ana María Shua, «It» de Stephen King.

En otras ocasiones son muy largos: «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo» de Haruki Murakami, «El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco», de Charles Bukowski.

Títulos extraños y sorprendentes: «Las ardillas de Central Park están tristes los lunes» de Katherine Pancol, «Tengo que matarte otra vez» de Charlotte Link.

Otros se componen de sujeto y adjetivo: «La mujer habitada» de Gioconda Belli, «Las horas distantes» de Kate Morton.

También podemos extraer un título de la propia historia. Una frase clave, una cita importante que mencione uno de los protagonistas, una palabra que resuma las emociones que el relato hará sentir o que sea símbolo del conflicto que se presenta. 

Muchos autores únicamente comienzan a escribir cuando han encontrado el título perfecto. Este les sirve de guía, de inspiración. Otros se introducen en la historia e imaginan su título cuando ya están finalizando.

Incluso se puede hacer una lista, lo que se denominaría una tormenta de ideas. Quizás una de ellas sea la que se ha estado buscando.

Ya lo decía Ernest Hemingway:

«Después de terminar un cuento o un libro, escribo una gran lista de títulos tentativos. He llegado a escribir hasta cien de ellos. Luego, comienzo a eliminar los que no me gustan, uno por uno”.

Un consejo: un título no debe dar muchas pistas sobre qué trata el relato o el lector perderá el interés. Debe ocultar, en lo posible, la verdadera clave de la narración, permitir que quien lo lea halle la respuesta de porqué se eligió ese y no otro nombre para la historia. Se puede probar con una imagen literaria, una metáfora que sea evocadora. Un ejemplo sería «Mujeres que compran flores» de Vanessa Montfort o «Las mujeres más solas del mundo» de Jorge Fernández Díaz.

Para resumir, el título es la carta de presentación de toda obra. Puede jugar a favor o en contra de ella: lograr que el lector quiera seguir averiguando o vuelva a acomodarla en el estante de la librería, que sea memorable o que se pierda entre otros sucesos editoriales.

Si bien requiere de una importante entrega y tiempo de concentración, no hay que apresurarse por encontrar el adecuado. El título correcto puede llegar luego de una ardua búsqueda, para más adelante -cada vez más fácil y a mejor ritmo- ir tomando práctica en esta fundamental tarea.

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Pautas para comienzos

Escribir un buen comienzo es fundamental para atrapar al lector.  Dicen que si no hay una buena frase inicial no hay historia. Claro que no hay recetas infalibles, sin embargo, sí hay normas o puntos que son iguales para todos los escritores.

El inicio y un consecuente abordaje deben estar correctamente presentados para que el resto tenga un hilo conductor de donde sostenerse.

Errores frecuentes

Información que no aporta

Puede que nos encontremos más de una vez con historias cuyo comienzo no aporta información relevante y se escurre durante varias páginas, presentando una introducción pesada. O tal vez una descripción tan detallada que no lleva a ningún lugar. Ante este hecho, terminamos preguntándonos cuándo va a pasar algo interesante. Este tipo de inicios no contribuyen a que lector quiera seguir leyendo para conocer más.

Si tenemos un relato así, hay que corregirlo o volver a empezar. Nada bueno va a suceder cuando tenemos poco tiempo para presentar la historia y que suene atractiva.

Cantidad de datos

Iniciar contando toda la vida del personaje, dando muchos datos, incluyendo fechas, un sinfín de nombres, más descripciones detalladas y un montón de frases largas, puede hacer que el lector se colapse apenas arranca. Esto hará que se pierda y no quiera continuar.

En ocasiones creemos que narrar todo desde el principio es la mejor manera de ubicar al lector para que se introduzca en el mundo que hemos creado y descubra temprano lo increíble que es.

La idea es dosificar la información y entregar aquella que será imprescindible para el engranaje del texto. Regla de oro: Si no aporta, no debe estar.

Cuestiones que no importan

Contar detalles del personaje que no van a impactar al relato de manera trascendente o que nunca más se nombrarán, es innecesario. No necesitamos que el protagonista nos cuente determinada época de su vida si no va a ser algo relevante para la historia, ni tampoco que nos hable puntualmente de su familia, dónde vive o trabaja, sobre todo si es algo común al resto de las personas. Hay que pensar que el lector no conoce al personaje y no le interesará que le contemos circunstancias monótonas.

No ubicar al lector

En ocasiones los comienzos no sitúan al lector, no ofrecen un contexto del todo claro que lo ayude a entender qué sucede y por qué. A algunos escritores se les olvida mencionar quién es el protagonista y tampoco presentan los elementos sustanciales que abarcarán la construcción de la trama.

Importante: aquellos elementos que mencionemos (tangibles o no), deberán tener su razón de ser en el transcurso de la trama o aparecer como parte de un final sorprendente.

Por ejemplo, si hablo de una taza con el asa rota, que esa taza con el asa rota suponga una existencia con peso durante el relato o reaparezca por una circunstancia eficaz en el final. Mismo caso el de una emoción, si hacemos hincapié en que el protagonista está atravesando una crisis, eso debe resolverse o citarse nuevamente, aunque sea de manera solapada. No podemos terminar la trama sin explicar por qué esa persona que conocimos taciturna y pensativa acaba bailando en un carnaval de flores.

Se llama transición y es parte de saber llevar al protagonista de la mano desde el comienzo hasta el final.

RECOMENDACIONES

  • Enganchar al lector: hay que ofrecerle algo que lo motive a querer más.
  • Escribir lo que nosotros leeríamos. Debemos pensar en libros que hemos leído y cuáles nos sujetaron más al principio, o aburrieron, y analizar por qué.
  • El lector tiene que implicarse y conectar con la historia desde el vamos. Esto supone entonces ubicarlo, pero sin extensas descripciones iniciales.
  • El protagonista y su situación tienen que crear la suficiente empatía para resultar interesantes y que los lectores deseen saber más de su vida y de lo que va a ocurrirle. Tiene que haber además algo diferente, que llame la atención y no sea más de lo mismo.